Declaración doctrinal
DECLARACIÓN DOCTRINAL
IGLESIA EVANGÉLICA UNIÓN DE CENTROS BÍBLICOS
INTRODUCCIÓN
El presente documento se elaboró a partir del acuerdo de “revisar la actual declaración doctrinal de la IEUCB con énfasis en clarificar, ampliar o reducir, pero sin cambiar el contenido de ésta” efectuado en la Convención IEUCB Lican Ray 2022. Para este fin se conformó una comisión de trabajo, que después de realizar su labor de redactar, revisar y corregir el borrador, entregó el documento final a las Iglesias UCB para su evaluación.
Este documento final fue aprobado en la sesión oficial de la Convención IEUCB Lican Ray 2024, entrando en vigor inmediatamente para toda la Corporación.
PROPÓSITO
La Declaración Doctrinal IEUCB (1) contiene y específica el cuerpo de doctrinas bíblicas que las iglesias locales Centro Bíblico creen y enseñan, (2) indica la identidad doctrinal de las iglesias Centro Bíblico, (3) y conforma la base bíblica y doctrinal de los Acuerdos y Reglamentos Internos IEUCB.
DOCTRINA DE LA BIBLIA
Creemos y enseñamos que las Sagradas Escrituras, los 66 libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamento, son la Palabra de Dios, plenaria y verbalmente inspiradas por Dios, sin error alguno en los manuscritos originales y que Dios preserva y cumple a lo largo de las épocas (Sal. 19:7; Is. 40:8; Mt. 5:18; 24:35; Jn. 17:17; 2 Ti. 3:16-17; 2 P. 1:19-21; He. 4:12). Las Escrituras constituyen una revelación completa y suficiente de la voluntad de Dios para el hombre (Ro. 10:14-17; 1 P. 1:23-25), y, por tanto, son nuestra única autoridad, final y suprema en todo asunto de fe y vida (Hch. 17:11; 1 Ti. 3:16; 6:3-5; 1 Jn. 2:4-5). Con el fin de mantener su sentido original, las Escrituras deben interpretarse de forma literal, gramatical e histórica.
DOCTRINA DE DIOS
Creemos y enseñamos que hay un solo Dios quien es único, verdadero, soberano, y creador de los cielos, la tierra, y de todo lo que existe (Is. 45:5; Sal. 135:6). Su naturaleza es Espíritu (2 Cr. 6:18; Jn. 4:24). Existe eternamente en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y cada una de estas tres personas es Dios, con la misma esencia, atributos y perfecciones (Dt. 6:4; Is. 44:6-8; Hch. 5:4, 9; 1 Co. 8:6; 2 Co. 13:14; Tit. 2:13). Es infinito en sus perfecciones: santo, perfecto, justo, amoroso, omnipotente, omnipresente, omnisciente; entre otros atributos que Dios ha revelado de sí mismo en las Escrituras (Dt. 32:4; Sal. 18:30; 147:5; 139:7-12; Is. 6:3; 1 Jn. 4:8; Ap. 19:6).
DOCTRINA DE JESUCRISTO
Creemos y enseñamos que Jesucristo es el eterno Hijo de Dios, que es inseparablemente verdadero Dios (Jn. 1:1- 3; Fil. 2:5-6; He. 13:8; Ap. 1:8) y verdadero Hombre (Mt. 1:1; Jn. 4:6). Su preexistencia, encarnación, engendramiento por el Espíritu Santo y nacimiento virginal (Is. 7:14; Jn. 8:58; Lc. 1:35; Col. 1:17). Su vida sin pecado, Su perfecta obediencia al Padre, Su enseñanza y Sus milagros (Mt. 11:5; Jn. 6:68; 1 P. 2:21-22). Su muerte expiatoria y sustitutoria en la cruz, la cual fue ofrecida una vez y para siempre (Is. 53:5-6; Mr. 10:45; Ro. 4:25; He. 9:24-26). Su sepultura y resurrección de forma corporal al tercer día y su ascensión a la diestra del Padre, donde intercede por los santos (Jn. 20:27; Hch. 1:9; Ro. 8:34; 1 Co. 15:4; He. 7:25). Jesucristo es la cabeza de la iglesia y regresará por segunda vez en gloria (Hch. 1:11; Ef. 1:22; 5:24; Col. 1:18; Ap. 22:12, 20).
DOCTRINA DEL ESPÍRITU SANTO
Creemos y enseñamos que el Espíritu Santo es Dios (Hch. 5:3-4; Ro. 8:11; 1 Co. 2:10-13). El Espíritu Santo es el autor de la regeneración (Jn. 3:3, 6; 1 Co. 6:11; 2 Co. 5:17; Tit. 3:5; 1 P. 1:2, 23) y del bautismo de los creyentes en el cuerpo de Cristo que sucede única y definitivamente en el momento de su salvación (1 Co. 12:13). El Espíritu Santo es el sello de Dios y la garantía del creyente en cuanto a la redención (Ef. 1:13-14; 4:30; 2 Co. 1:21-22; 5:5).
El Espíritu Santo mora en el creyente (Ro. 8:9, 11; 1 Co. 6:19) y le santifica a través de las Escrituras, dándole poder para la obediencia a Dios y la vida de servicio que refleja a Cristo (Jn. 16:13; Ef. 5:18; Gá. 5:22-23; 2 Cor. 3:18). El Espíritu Santo repartió dones a su iglesia para la edificación del cuerpo de Cristo, de los cuales algunos cumplieron un rol de confirmación del mensaje predicado por los apóstoles cuando la iglesia estaba en su etapa fundacional, tales como lenguas y sanidades, etc. (Mr. 16:20; Hch. 14:3, 27; Ro. 12:4-8; 1 Co. 12:4-11; Ef. 2:19-22; 1 P. 4:10-11).
DOCTRINA DE ÁNGELES Y DEMONIOS
Creemos y enseñamos la existencia de los ángeles como seres creados por Dios y para su gloria (Gn. 2:1), con personalidad y de naturaleza espiritual diferente a la humana. En la era presente de la iglesia se presentan como colaboradores al servicio de los santos bajo el plan soberano de Dios (Dn. 8:15-17; Hch. 12:5-7; He. 1:7, 14).
Enseñamos también sobre la existencia de Satanás y sus demonios (Ef. 6:11-12), originalmente ángeles de Dios que se rebelaron contra Él (Jud. 6), pero fueron vencidos por Cristo en la cruz (Col. 2:15) y tendrán su fin en el lago de fuego (Mt. 25:41; Ap. 20:10). Estos seres espirituales están en radical oposición y rebelión a Dios (Gn. 3:1- 6; Jn. 8:44), cegando el entendimiento de los incrédulos e influenciando a los hijos de Dios a pecar (1P. 5:8, 2 Co. 11:3), aunque nunca poseyéndolos (1 Co. 3:16; Ef. 1:13; 1 Jn. 4:4). Sin embargo, a pesar de su maldad, estos seres están bajo el poder y autoridad de Jesucristo (Job 1:12; Mr. 5:7-13).
DOCTRINA DEL HOMBRE Y DEL PECADO
Creemos y enseñamos que Dios por un acto directo y soberano creó al ser humano a su imagen y semejanza (Gn. 1:26-27) con el propósito de glorificar a Dios y deleitarse en Él eternamente (Sal. 73:25-26; Ro. 11:36; 1 Co. 10:31), y desde la concepción diseñó biológicamente al hombre y a la mujer (Gn. 1:26-28), iguales en importancia y en dignidad, pero distintos en sus roles y funciones (Gn. 2:15, 18; 3:16-19). La unión de un hombre y una mujer constituye la institución bíblica del matrimonio y la base para la familia (Gn. 2:24; Ef. 5:21-33). El hombre fue creado para señorear la creación siendo distinto de los animales (Gn. 1:25; Sal. 8:6-8; Mt. 6:26). A causa del pecado del primer hombre, Adán, la humanidad recibió el castigo de la muerte física y espiritual, quedando de esta manera separada de Dios (Ro. 3:23; 5:12). En consecuencia, todos los seres humanos nacen con una naturaleza pecaminosa (Pr. 20:9; Sal. 14:3; 51:5) que se manifiesta a través de sus pensamientos, palabras y acciones (Gá. 5:19-21). Debido a que el hombre está completamente imposibilitado de glorificar, buscar, y deleitarse en Dios (Jn. 8:34; Ro. 3:10-11), necesita la obra redentora de Cristo en su vida (Ef. 2:1-7; 2 Ts. 2:13).
DOCTRINA DE LA SALVACIÓN
Creemos y enseñamos que todo ser humano sin Cristo está bajo la ira eterna de Dios y necesita ser salvado (Ez. 18:4; Ro. 6:23). La salvación es obra de Dios, completamente por gracia, por amor y para su gloria (Ef. 1:1-14; Tit. 3:4-7). Con base en la vida perfecta del Señor Jesucristo (2 Co. 5:21; He. 7:26; 1 P. 2:22;), el derramamiento de Su sangre y Su resurrección corporal, Él provee salvación completa para todos los que creen en Él (Jn. 1:12; 3:36). La muerte de Cristo en la cruz fue un sacrificio sustitutorio y expiatorio (1 Co. 15:3-4; 1 Ti. 2:6; 1 Jn. 2:1; 1 P. 3:18). Por lo tanto, cada cristiano nace espiritualmente por voluntad divina (Jn. 3:6; Tit. 3:5), se arrepiente de sus pecados y confía en Jesucristo como su único y suficiente Salvador y Señor por medio de la fe solamente, sin necesidad de obras humanas (Gá. 2:16; Ef. 2:8-10; Tit. 3:5). Éste es declarado justo ante Dios en virtud de la justicia y la obra salvadora de Cristo (Ro. 5:1). Todos los redimidos son guardados eternamente por el poder de Dios y nada ni nadie los podrá arrebatar de Su mano (Ro. 8:1, 29–39; Jn. 10:28-29; Jud. 24-25).
DOCTRINA DE LA SANTIFICACIÓN
Creemos y enseñamos que la voluntad de Dios es la santificación del creyente (1 Ts. 4:3), es decir, que sea hecho conforme a la imagen de Jesucristo (Ef. 4:13). Para alcanzar este objetivo cada creyente posee una santificación posicional una vez que ha puesto su fe en Cristo, la cual es otorgada por Dios en su salvación (1 Co. 6:11). Dios ha provisto la obra de Cristo y el ministerio del Espíritu Santo para que el creyente pueda tener victoria sobre los deseos de la carne, creciendo en su santificación progresiva (2 Co. 3:18; Gá. 5:16, 24-25; 1 Jn. 5:3-5) a través de los medios de gracia dados por Dios (Sal. 119:9; He. 10:25; 1 Jn. 1:9; 2:1; 2 P. 1:3-4). No obstante, el creyente debe participar activamente perseverando en obediencia a Dios para vivir una vida consagrada a Él (Fil. 2:12-13; 2 P. 3:18). La santificación final del creyente no será completa en su vida terrenal sino hasta el día de la redención final en los cielos (Fil. 3:21; Col. 3:4; 1 Jn. 3:2).
DOCTRINA DE LA IGLESIA
Creemos y enseñamos que la iglesia universal es el cuerpo de Cristo, de la cual Él es su Cabeza, compuesta de todos aquellos que confían en Jesucristo como su único Señor y Salvador (Mt. 16:18; Ef.1:22-23). La iglesia se inició en el día de Pentecostés por la obra del Espíritu Santo y representa el propósito especial de Dios durante la edad presente (Hch. 2:1-4, 47; Ef. 3:5-6, 10-11). La iglesia universal se manifiesta por medio de las iglesias locales, a las cuales Dios proveyó todo lo necesario para adorar, orar, edificar espiritualmente y testificar de su nombre (Mt. 28:18-20; Ef. 3:20-21; 4:1-16; Fil. 2:15; Col. 3:16-17). La iglesia local es edificada al reunirse regularmente para la exposición de la Palabra de Dios (1 Ts. 5:11; Ef. 2:20). Además, el Señor Jesucristo otorgó a cada iglesia local autoridad y autonomía para: (1) Reconocer a sus propios líderes (1 Co. 16:15,16; He. 13:7, 17-18, 24), y elegir a sus propios pastores/ancianos (Hch. 14:23; 1 Ti. 3:1-7). (2) Reconocer diáconos y diaconisas en la iglesia (Hch. 6:1-7; Ro. 16:1; 1 Ti. 3:8-13). (3) Administrar sus propios recursos (1 Co. 16:1-2; Fil. 4:15). (4) Cuidar y mantener la unidad, y la doctrina de la iglesia (1 Co. 5; Ef. 4:1-16; Tit. 1:9; Jud. 3; Ap. 2 y 3). (5) Reconocer y reunir a sus propios miembros (1 Co. 5:12; Ef. 5:21; 1 P. 5:1-2). (6) Velar por el cuidado práctico y espiritual de todos sus miembros (Hch. 6:1-7; Gá. 5:13; He. 10:24-25; Jud. 20) y aplicar disciplina eclesiástica a sus miembros (Mt. 18:15-22; 1 Co. 5:4-5). (7) Cumplir la misión de hacer discípulos a todas las naciones a la imagen de Cristo (Mr. 16:15; Hch. 1:8) y administrar sus ordenanzas: El bautismo de creyentes por inmersión y la Cena del Señor (Mt. 28:19-20; 1 Co. 11:23-26). (8) Cooperar y participar en las necesidades prácticas (Hch. 11:27-29; 2 Co. 9:1-15) y espirituales (Hch. 18:24-28; 1 Ti. 1:3) de otras iglesias locales procurando amar, dar y recibir con humildad la ayuda de otras iglesias (Fil. 2:1-11).
La iglesia local debe ser conducida por un liderazgo masculino; pastores/ancianos, bíblicamente idóneos y reconocidos por la membresía (Hch. 14:23; 1 Ti. 3:2-7; 2 Ti. 2:2; Tit. 1:5-9). Para que cada creyente mantenga una vida espiritual sana es su deber congregarse (He. 10:24-25), sujetarse a la exhortación y la disciplina bíblica (Mt. 18:15-20), y participar de las ordenanzas que Cristo instituyó para la iglesia: el bautismo y la Cena del Señor (Hch. 2:42-47), reconociendo las consecuencias para la iglesia en caso de desobediencia a Cristo (1 Co. 11:27-34). Con relación a la iglesia y al poder civil, creemos y enseñamos la autoridad de Cristo sobre toda autoridad humana (Ro. 13:1-6; Col. 1:16; 1P. 2:11-17). Dios nos ha mandado a orar por nuestras autoridades legalmente constituidas y someternos en todo lo que no contradiga las Escrituras (Hch. 4:19; 5:29; 1 Ti. 2:1). Debido a que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres creemos en la separación Iglesia – Estado (Mt. 22:21). La iglesia es columna y baluarte de la verdad (1 Ti. 3:15) y no debemos tener ningún compromiso ecuménico que comprometa nuestra adhesión a la verdad revelada en las Escrituras (2 Co. 6:14; Gá. 1:8; 2 Jn. 7-11).
DOCTRINA DE LOS EVENTOS FUTUROS
Creemos y enseñamos que nuestro Dios en su soberanía y en sus propósitos eternos gobierna los destinos de la raza humana en el tiempo pasado, presente y futuro (Is. 46:9-10; Dan. 2:20-22). Creemos en el Arrebatamiento inminente de la iglesia antes de la Tribulación, para comparecer ante el tribunal de Cristo y dar paso a las bodas del Cordero (Jn. 14:1, 2; Ro.14:10-12; 1 Co. 3:11-15; 1 Co. 15:51-54; 2 Co. 5:10; 1 Ts.1:10; 4:13-18; Ap. 19:7-9;
22:12). Y posterior a la Tribulación vendrá por segunda vez en forma personal, visible y gloriosa con todos los santos resucitados, para el establecimiento físico de su reino de mil años en la tierra (Zac. 14:1-9; Mt. 19:28; 23:38-39; 24:29-31; Hch. 1:11; 3:19-21; Ap. 5:9-10; 19). Creemos en la resurrección de los incrédulos, quienes serán juzgados ante el Trono Blanco para condenación y castigo eterno junto a Satanás y sus demonios (Jn. 5:28-29; Ro. 2:12-16; He. 9:27; Ap. 20:11-15; 21:8). Y posteriormente el establecimiento del cielo nuevo y tierra nueva (Ap. 21:1-22:5).